El advenimiento de la propiedad digital
A menos que hayas impreso esta página, las palabras que estás leyendo son digitales. Podrías copiarlas sin problemas y pegarlas en otro sitio.
La combinación de Internet (una red global de ordenadores conectados) y la digitalización (la codificación de casi toda la información en formatos digitales, no físicos) ha dado lugar a una explosión de la duplicación y difusión de información.
Durante la mayor parte de la historia, la propiedad se aplicaba a los objetos físicos; era un vínculo conceptual entre un propietario (a menudo una persona) y un objeto, lo que le otorgaba el derecho de poseer y controlar el objeto.
Durante la mayor parte de la historia, la propiedad se aplicaba a los objetos físicos; era un vínculo conceptual entre un propietario (a menudo una persona) y un objeto, dándole al propietario el derecho de poseer y controlar el objeto. Un recibo podía ser evidencia de dicho vínculo; al igual que un título o una escritura. Coches, violines, dinero efectivo, casas, martillos, acuarios y mucho más eran objetos que se podían poseer. La producción de esos objetos requería instalaciones, herramientas, empleados, materias primas y capital.
No había una manera fácil para que una persona normal y corriente creara o replicara un coche, violín o acuario. Como consecuencia de las características físicas específicas, estos objetos son difíciles de producir y replicar.
Los medios son un poco diferentes y menos tangibles. Un libro, un vídeo o una cinta VHS tienen en común que son objetos físicos que no se valoran tanto por lo que son, sino por lo que contienen. El propietario compra acceso precisamente a ese contenido. Si compras un libro, es para acceder a la escritura. Los libros fueron originalmente escritos a mano y copiados por los expertos. Con el tiempo, la imprenta facilitó la producción masiva de libros. Sin embargo, para el ciudadano de a pie, no podían crearse fácilmente ni duplicarse.
Todo esto cambió con la llegada de computadoras y digitalización.
El disco compacto o CD fue uno de los primeros soportes digitales del mercado de masas; representaba un medio físico para dar a su propietario acceso al contenido multimedia.
Un propietario de un CD se entiende como el dueño del medio, pero no el mensaje: si compras un CD, posees el disco en sí, pero sus derechos musicales. No se te permite copiar y distribuirlo.
El CD, y más tarde el DVD, definió un momento sorprendentemente breve en la historia, cuando la tecnología de medios digitales estaba lo suficientemente desarrollada como para ser puesta a disposición del mercado de masas, pero la tecnología informática y las redes domésticas no estaban preparadas para compartirse.
Todo esto cambió una vez que Internet se convirtió en la corriente principal.
En 1996 salieron a la venta los primeros DVD y reproductores, y justo 15 años después, en 2011, Netflix separó oficialmente sus servicios de streaming y DVD, marcando el inicio de una nueva era de consumo digital: el streaming.
Las grandes empresas de medios de comunicación se enfrentaban a un gran problema a medida que los ordenadores de uso personal e Internet evolucionaban: su IP se copiaba y propagaba más rápido y más ampliamente como nunca antes en la era de VHS. Pero este problema no era el único para ellos: cualquier artefacto digital podía copiarse y compartirse a nivel mundial de manera ilimitada e instantánea.
Si quisieras crear dinero digital, solo tendrías que hacer una copia de un euro digital para poder gastarlo dos veces.
Este problema se conoce como «el doble gasto» y es el principal desafío al que las redes de criptomonedas hacen frente.
Al crear una base de datos global, abierta, compartida, descentralizada y que aprovecha la criptografía, las redes públicas como Bitcoin y Ethereum crearon sistemas resistentes que pueden servir de base de confianza útil para que los participantes de la red de todo el mundo determinen qué constituye valor y quién lo conserva.
Estas tecnologías solucionan el problema del doble gasto: el Ether (ETH) (el token nativo de la red Ethereum) no se puede duplicar ni gastar dos veces.
Los protocolos de red están diseñados de tal manera que, en esas redes, no pueden duplicarse los artefactos digitales.
Esto es un gran avance con un impacto increíble que no puede exagerarse: a medida que nuestro mundo se vuelve más digital, y cada vez está más interconectado, la capacidad de crear y poseer objetos completamente digitales con control personal e individual no tiene precedentes.
Hasta ahora, los datos digitales y las "posesiones" digitales se han mantenido compartimentados en silos en gran medida corporativos: las fotos que subes a una red social existe en ese sitio; los objetos recogidos en un juego permanecen allí; los puntos de recompensa obtenidos en una tarjeta de crédito siguen formando parte de su red.
Lo que las redes de criptomonedas han introducido es un tejido conectivo entre estos silos y la oportunidad de que las personas posean y controlen su propia propiedad digital.
Esto es precisamente lo que te ayudan a hacer las billeteras como MetaMask.
MetaMask no es como uno de esos jardines amurallados corporativos en silos: no almacena ni retiene tus productos digitales. En su lugar, te da acceso directo para controlar tus activos e identidad en redes globales y públicas de criptomonedas como Ethereum.
Así que ahora que puedes adquirir activos digitales, ¿qué tipo de cosas puedes hacer? En las próximas lecciones, profundizaremos en cómo se unen la propiedad digital, la custodia propia y la identidad para crear finanzas descentralizadas (DeFi), coleccionables digitales (NFT) y cooperativas digitales (DAO).
El advenimiento de la propiedad digital
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La tecnología Web3 me otorga la propiedad digital sobre mis activos
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Las billeteras de criptomonedas como MetaMask me dan acceso directo para controlar mis activos en redes públicas como Ethereum
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Web3 inaugura una nueva era de posesión digital con control individual
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